viernes, 1 de septiembre de 2017

De Nanas y Heridas

Guardo el punto de fuga
en la colina
de tus caricias
donde renacen las flores
y las guerras se transforman
en campos
de lilas.

Caminamos descalzas
sobre llanuras
de metal frío
que crujen
bajo nuestros pies
cada vez que huimos.

Entonces el mundo
se parte en dos
y cierro los ojos muy fuerte
pero solo implosiono.

Ahora me ahoga
el azul en la garganta
e intento vestirme de amarillo 
pero mis lacrimales
solo producen
ácido escarlata.

Voy de primavera en primavera
y guardo en el pecho
flores de cristal
que sangran
cuando te marchas.

Veo cómo volcanes
entran en erupción
e intento gritar en silencio
pero de mi boca
solo brota lava.

Y ahogo un grito
que solo muere
con todo aquello
que nunca fui.

Y muero un poquito
cada vez que las luces se encienden
pero aún crepitan los fantasmas
en mi vientre
porque sé que aunque huya

el dolor aúlla,

                                    araña

y destruye.





viernes, 18 de agosto de 2017

En Cárcel Viva

Una vez mi alma vivió expuesta
a todos los males del mundo
mostrándose en carne viva
(y jamás he conseguido ser
tan indestructible
como entonces).

Entonces en mi cabeza
comenzaron a sonar números
y solo pude soñar con cintas métricas
y básculas que medían
la fuerza con la que la Tierra
atrae a mi cuerpo
pero nunca indican
todo el peso
que llevo encima.
Pasé a ser el eco
de otras voces
y mis sonrisas de terciopelo rosa
metamorfosearon
para ser lágrimas oscuras
en noches donde soñar
era pura ciencia ficción ante mis ojos.
Ahora os observo
atrincherada
desde una caja de madera
encerrada entre las sempiternas paredes
que componen el pentágono
de mi dolor.

Donde ya no me muerdo la lengua;
solo la mastico
y saboreo entre los dientes
las palabras
que se oxidan entre mis muelas.
Donde agarro mis rodillas
y me mezo
para apaciguar la claustrofobia
causada
por vivir en mi ser.

Donde ya no grito
pues mis cuerdas vocales
pertenecen a la orquesta
de mis delirios.

Donde pasé a ser silencio
a convivir con la niña desconocida
que creció amamantada por la ruina
de su propia historia.

Donde pinto claveles
con toda la sangre
que derramé
muerta en vida.

viernes, 11 de agosto de 2017

Después de la Tormenta; Desierto



Le he pegado un trago
a mi Tristeza
y sabe
más amarga
e infinita
que antes.

Dicen
que es adictiva
y que por mucho que vomite
ya vive en mi sangre
palpitando al mismo ritmo
que la rabia que me consume.

Aunque ya no padezco
los mismos síntomas:

las noches
donde la cama era Tormenta
y mis sábanas
goteaban lágrimas
envenenadas
de Soledad

ahora se manifiestan
en el desierto
de mi almohada
donde ya no nacen sauces
alimentados por mi llorera.

En cambio viven serpientes
y escorpiones
que me susurran al oído
que el mal en el mundo
se cura con mi despedida.

(Y no beben de mi sangre
porque vivo
contaminada
de todas las emociones
relacionadas
con la toxicidad humana.)

Entonces
me duermo
cantando la nana
de mi derrota
y sueño
todas las cosas horribles
que una vez viví despierta.

Abro los ojos
y vuestro mundo real
es mi realidad alternativa.

En mi mundo
me grito en la cara
todas las cosas
que nunca me dije.

En mi mundo
el bloqueo emocional
no existe
entre tanta autodestrucción.

En mi mundo
las rosas son de plástico
y yo me alimento
de sus espinas.

Abro los ojos
y tu mundo
me da el jarabe
de la rutina
y una hostia

de buenos días.

Despersonalización

Me miro en el espejo
pero no soy yo.

Esa que llora
no comparte cuerpo
conmigo.

Me devuelve la mirada
y en sus pupilas solo encuentro
el otro lado del precipicio;
el vacío al que salta
cada vez que cierra los ojos.

Puedo sentir cómo fluye
la rabia
por sus pulsaciones.

Puedo compartir cómo
le come por dentro
y saborear el miedo
que oxida sus costillas.

Florecen en su caja torácica
todas las voces
de aquello que de pequeña
decían guardaba
bajo la cama.

Brotan,
hablan más alto;

y gritan

y se quejan

y forman parte de mí

y somos una
y rompo el espejo
y me miro los nudillos
y encuentro la mirada de un iris

que me devuelve

el grito de guerra
tras el cristal;

y parpadea

y sus lágrimas saben a la sal
que yo bebo cada noche.


y mis costillas se pudren
al mismo ritmo que las suyas
y compartimos las mismas

                                                 j o d i d a s 
            p u l s a c i o n e s


y sus voces rugen en mi cabeza

y el vacío lo tengo yo tatuado

en cada una de mis vértebras.


Abro los ojos;
y yo soy ella,
y ella
soy yo.


Abro los ojos
y sangramos
la misma herida.

Pero si somos dos
dígame cómo
la cicatriz
solo me escuece
a mí.

                                 

martes, 9 de mayo de 2017

El dolor de la tristeza que siempre me quemó los labios




Puedo sentir
el veneno de las emociones
goteándome en el pecho

La Soledad
como ácido sulfúrico
tan corrosiva
como el recuerdo de unas manos
que una vez
me acariciaron las entrañas.

Puedo escuchar los pensamientos
crepitando en mi mente
gritándome que al final del túnel
solo seremos flores muertas
y versos en descomposición.

Puedo palpitar todas las lágrimas
que jamás pude llorarte
y contar con un marcapasos
todas las despedidas
que me abrieron en su día
a carne viva
quemándome siempre
en el adiós.

Me he dado cuenta
de que como no te quieras tú
no te va a querer nadie.

(Más que nada porque ahora
querer a los demás es secundario
y la empatía está
en peligro

de e x t i n c i ó n .)

miércoles, 12 de abril de 2017

Constelaciones de ti.

Permíteme decirte
que llevabas el sistema solar
atado a la cintura
y el cometa Halley
tatuado en los labios.

Y que cada noche
al acurrucarme en el horizonte
de tu pecho
solo quería alunizar
en todos los puntos suspensivos
que guardabas en las clavículas.

Pero al final siempre
me acariciabas tú
dibujando todos los bosques
que después incendiabas
con una sonrisa.

Jamás pensé en la posibilidad
de que todo el Caos del Universo
cupiera en un solo cuerpo
hasta que llegaste tú
y me demostraste
no solo eso
sino que también era posible
que todo ese desorden dormitase
y suspirase paz
a pesar de toda la complejidad
que guardaba dentro.

Bienvenidos a todas mis voces

No sé qué me pasa,
no sé por qué
me siento tan sola
por qué
quiero ser todo el mundo
menos yo.

No sé por qué me pesan los días
como si fueran años
y a la vez se me acumula
el peso
de todas las heridas
que jamás supe cerrar bien.


Lo cierto es que
cuando dije que me daba miedo
no ser suficiente para nadie
en verdad me daba miedo saber
que jamás valdré lo suficiente para mí misma.

Aunque en el fondo sepa
que estoy mucho mejor
que hace dos años
también sé que ando muy lejos
de donde me gustaría estar.

No estoy a gusto con quien soy;
no sé quién soy,
no sé si merece la pena
seguir intentándolo

porque al final vivimos la vida
esclavos de los estudios,
el trabajo,
y las normas sociales;
y jamás podré ser yo,
jamás podré ser libre.

Quiero gritarle al mundo que le jodan:
quiero sangrarlo todo,
pegar puñetazos al universo
y revolucionarme.

Quiero arañar al sistema
para que entre todas las brechas
que cree
surja una voz
y otra
y otra
y otra
y gritemos
como si no hubiera un mañana.

Quiero
que el atardecer sea el espejo
que refleje
toda la rabia que llevo escondida
y que la Muerte me respire
y me acune en su libertad.

Quiero escupirle en la cara
a todas esas personas
tan llenas de odio,
juicios y prejuicios
y acto seguido
gritarles
que lo que más odio de ellos
es que a pesar de todo el mal
que llevan tatuado en sus entrañas

me siguen fascinando.


Y les sigo admirando,
y les sigo suplicando
que por favor me quieran
como yo siempre he querido al mundo.

A pesar de todo el daño,
a pesar de abandonarme
en este universo de nadie
que destruimos poco a poco
sin darnos cuenta.